Dame tus manos madre querida, las que me guiaron toda la vida, las que de niña me sostenían con valentía, cálidas manos mamita linda, como ignorar tanta armonía, tan expresivas tan creativas, día tras dia; tejiendo sueños con sus heridas se extendían, manos queridas desprotegidas, nunca vacías, mamita linda, tanta armonía, tan expresivas tan creativas, generosidad en cuanto compartían.

En el momento de mis caídas con sus caricias intervenían se ofrecían con tanta fuerza que sorprendían.

Ante el sublime momento de despedida cuando de mi mundo sin yo saberlo te despedías.

Inspiración del fatal día, allí mi alma desfallecía con aquel acto perduraría esa extraña paz con que sonreías profundidad intensa, en mi divagar no separo mi anhelo ardiente por tropezar con esas bellas manos despertar tu labor ahí, no concluía no quería fuera real…

H.R